Hola a todas y todos:
Comparto un fragmento, que antes me compartieron de este libro de Paul Lafargue. Obra que se puede leer y traducir a nuestro tiempo. Más información sobre la obra en:
http://es.wikipedia.org/wiki/El_derecho_a_la_pereza
Para todo aquel que lo quiera leer completo:
http://www.elgranerocomun.net/IMG/pdf/Lafargue_Refutacion_del_trabajo.pdf
va ke va pues
alf-redo-Ik…mil-puertas-Ik…
Nuestro siglo —dicen— es el siglo del trabajo. En efecto, es el siglo del dolor, de la miseria y de la corrupción. Y, sin embargo, los filósofos y economistas burgueses, desde el penosamente confuso Augusto Comte hasta el ridículamente claro Leroy- Beaulieu, los literatos burgueses, desde el charlatanamente romántico Víctor Hugo hasta el ingenuamente grotesco Paul de Kock, todos han entonado cánticos nauseabundos en honor del dios Progreso, el hijo primogénito del Trabajo.
Escuchándolos, se podría creer que la felicidad empezaba a reinar en la tierra, que ya se sentía su llegada. Han ido a los siglos pasados a revolver el polvo y las miserias feudales para ahuyentar las delicias de los tiempos presentes. ¡Cómo nos han hastiado esos saciados, recién salidos de la servidumbre de los grandes señores y convertidos hoy en siervos de la pluma de la burguesía, abundantemente estipendiados; cómo nos han hastiado con el típico agricultor del retórico La Bruyère! (…)
¡Oh, lúgubre presente de su dios Progreso!
Los filántropos llaman bienhechores de la humanidad a los que, para enriquecerse sin trabajar, dan trabajo a los pobres. Más valdría sembrar la peste o envenenar las aguas que erigir una fábrica en medio de una población rural.
Trabajad, trabajad, proletarios, para aumentar la fortuna social y vuestras miserias individuales; trabajad, trabajad para que, haciéndolos cada vez más pobres, tengáis más razón de trabajar y de ser miserables. Tal es la ley inexorable de la producción capitalista.
Los proletarios, prestando atención a las falaces palabras de los economistas, se han entregado en cuerpo y alma al vicio del trabajo, contribuyendo con esto a precipitar la sociedad entera en esas crisis industriales de sobreproducción que trastornan el organismo social.
Para tener guerreros y ciudadanos, los filósofos y los legisladores antiguos toleraban a los esclavos en sus Repúblicas heroicas. Pero los moralistas y economistas del capitalismo, ¿no preconizan el asalariado, la esclavitud moderna? Y ¿a quiénes otorga ocios la esclavitud capitalista? A los Rothschild, a los Schneider, a las Madame Boucicaut, inútiles y nocivos, esclavos de sus vicios y de sus domésticos.
Fragmento: «El derecho a la pereza», Paul Lafargue. (Refutación del derecho al trabajo de 1848).