No, no y no.
No se te ocurra: ¡Jamás!
No sólo ponerme la mano encima, tampoco controlar mi ropa, ni mi móvil, ni mis amigos, ni mis entradas, ni mis salidas, ni lo que leo, ni lo que veo, ni lo que hablo, ni lo que
pienso, ni lo que escucho, ni a donde voy, ni de donde vengo.
¡Jamás!
NO… me controles jamás, y de ponerme la mano encima ya ni te digo.
¡Jamás!
No se te ocurra: ¡Jamás!
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