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  • Y el Sol salió de Noche

    ¿Cuántas veces había querido el Sol salir de Noche?

    ¿Cuántas veces la Luna se deba el lujo de salir de día? y él no podía salir de noche. Siempre tan ocupado con ese asunto de producción de energía. No es cosa fácil, la Gravedad del asunto de la fusión nuclear lo tenía tan ocupado que no podía salir de Noche. En cambio la Luna, con su señor Conejo pasajero, se daba el lujo de asomarse en el día y de vez en cuando darle al Sol sus besos.

    La Luna le había contado las cosas que sucedían en la Noche, de las frías noches de invierno, del rumor del viento en otoño, del renacer de la primavera, de las cálidas y húmedas noches de verano. También le había contado de la sombra del jaguar en la noche cuando acechaba, de los sueños de los Hombres. De los bailes en verano y del ponche en invierno.

    El Sol solamente podía suspirar, pues no tenía tiempo de ver la Noche. Él quería desesperadamente ver la Noche, qué era lo que sucedía en la Noche. Ver las fiestas en la Noche, ver los acechos, bailar con la Luna en la Noche.

    Así, un día decidió sorprender a la Luna y dejar por un momento a un lado ese tedioso asunto de transformar materia en energía, ponerse un saco y corbata y salir de Noche. Preparó todo, guardó en una cajita todo el Hidrógeno que tenía y en otra cajita el Helio y los demás elementos. Se puso saco y corbata, paró la producción y abrió la puerta y salió de Noche. Tal fue la Gravedad del asunto, que al cerrar la puerta el Sol se trago la Luna, la Tierra y los demás planetas. Por lo que no pudo observar la vida de Noche, simplemente se la tragó. Eso si puede ahora ver las manchas del Jaguar deslizándose por la Vía Láctea.

    alf…

    Ollin


  • El Salon de Clase

    ¡Hoy No!

    Hoy no vamos a aprender nada importante, nos dijo el maestro.

    Hoy solo saldremos a dar la vuelta, dijo.

    Hoy solo daremos la vuelta al patio, al cerro, al monte,… al cielo,…

    No comprendimos que estaba pasando, que estaba diciendo, que nos pedía, que era lo que quería. No nos quería sentados, no nos quería quietos, no nada de eso, nada cotidiano de un salón de clases, no apuntaba nada en el pizarrón.

    Nos invitaba a dar la vuelta y nosotros no salíamos del asombro, ni del salón.

    Nos invitaba a tomar la libertad de correr y caminar por el patio y por el cerro y por los cielos y nosotros no podíamos ni mover las piernas.

    Cuando lo logramos, comenzamos por una pequeña caminata, no muy rápida, alrededor del patio. Después fuimos a dar al cerro donde nos llevaron las piernas por estrechas veredas llenas de plantas y enredaderas. Nos mojamos y nos perdimos varias veces en esos caminos lodosos donde los zapatos no querían quedarse en nuestros pies y enamorados del barro se resistían a salir con el pie.

    Nos cayeron dos que tres chubascos, dos que tres tormentas y después los monos aullaron. Las piernas nos llevaron con el maestro a la casa de donde vivían nuestros abuelos, los que no bajaron de la montaña, los que se quedaron y el maestro nos los presentó.

    Llegamos al mar donde comienza la vida, donde se pone el Sol, donde la Mar enamora, y fueron los brazos quienes nos adentraron, y fueron los oídos los que vieron y cantaron y fueron los ojos los que escucharon y comprendieron.

    Fue de esta forma como nosotros ya no estábamos en un salón de clase. Fue como nos fuimos saliendo de éste. Fue con nuestros hermanos, con nuestros abuelos, con nuestros pájaros, monos y tigres que nos fuimos a dar la vuelta. Fue con la ceiba y con el pino, con las olas y con el río, que empezamos a conocer el mundo, fue con los parques y calles que nos mostraron la vida.

    Hoy no hay lección, hoy no hay más que ellos y nosotros, que somos uno.

    Hoy nuevamente me di cuenta que mientras la maestra hablaba yo estaba observando el patio, el cerro, la selva, el desierto, la mar, la ciudad, por la ventana del salón.

    Y hoy nuevamente no, no salimos del salón de clases.

    alf…

  • Las plumas del Sol

    En un día soleado con fuertes vientos en donde todo parecía que iba a salir volando, los árboles, las tejas, las casa, las rejas, las nubes, los carros, las vacas…

    Ahí estábamos sentados observando al Hurakan, ahí nada más mirando como el chinito, en una banca del parque, hablando, agradable charla, platicando con todo el viento a nuestro a rededor que soplaba y resoplaba. Lo curioso es que no nos teníamos que agarrar fuerte a pesar de los vientos.

    En un momento ya nos empezábamos a preocupar, pues todo se lo estaba llevando el viento, los pájaros, los perros, los gatos, todo.

    En la preocupación volteamos a ver al Sol, a ver si estaba donde lo habíamos dejado. Suerte todavía estaba allí donde lo habíamos dejado, solo que empezaba a moverse un poco, aunque aferrado al cielo se veía como que en un descuido el sol se lo iba a empezar a llevar el aire.

    Pensábamos en soluciones para que se quedara donde lo habíamos dejado. Una era ponerle un ancla para que no se moviera demasiado, pero el sol protesto pues ni que fuera barco y además consideraba que con esto le quitábamos su libertad y sobretodo su elegancia. Propusimos un par de garras para que se aferrara más al cielo. ¡Claro! eso le gusto al Sol, nos insistió mucho en que fueran unas garras de águila, de esas que son peligrosas y bonitas que tienen la elegancia y la fuerza.

    Pues así lo decidimos a ponerle garras al Sol. ¡ah! Pero al Hurakan soplo más fuerte y el corazón del cielo empezó a llevarse más cosas y las garras empezaron a ser insuficientes para que se aferrara el Sol al cielo. Solo se veía como el Sol estaba dejando unos rayones en el cielo con sus garras.

    Ay, ay, ay, que hacer que hacer, ay, ay, ay, que rechinar.

    Nosotros continuábamos en la banca del parque observando y escuchando tan penosa situación y sin encontrar solución. ¿Qué hacer? ¿Qué hacer?

    El rechinar de las garras del Sol sobre el cielo se estaba haciendo cada vez más insoportable, era ese chillido metálico desagradable que pone la piel de gallina y lastima los oídos.

    ¿Qué hacer? ¿Qué hacer?

    Y de repente una idea: ¿y si le ponemos alas al Sol?

    Si que sean alas de águila pues ya tiene las garras. Esa suena a la solución, que empiece a planear contra el viento para irse más arriba y que planeé todo el tiempo por encima del Huracán donde solo exista una leve brisa que lo lleve en su viaje por el cielo despacito y apaciblemente pero con la elegancia del planear de un águila o un cóndor.

    La idea se le gritó varias veces al Sol. Él se encontraba un poco desorientado, esforzándose por escucharnos sin tener mucho éxito; pues con muchos esfuerzos podía mantener en un sitio con sus hermosas garras, ya que el Hurakan, Corazón del Cielo, se lo traía de encargo, de aquí para allá.

    Cuando por fin entendió lo que le gritábamos, le pareció una gran idea lo de las alas. Empezó a pensar en las hermosas plumas brillantes color violeta, azul, verde, amarillo, naranja, rojo que podrían tener en sus alas. Además tenían que ser alas de águila, para poder planear sobre el Hurakan sin que este lo estuviera trayendo del ringo al tango.

    Ahí fue donde hubo desacuerdo, pues le dijimos que si quería las alas del águila era para planear y para estar siempre arriba del huracán y que ni que fuera papagayo con alas de colores, pues ahí si se tendría que ir para abajo y corriendo el riesgo que la rama donde se sostuviera se soltara con el Hurakan. Además que esos colores no van con con el del águila que tienen que ser morrones tendiendo a doradas sus plumas, y no de fiesta como la de las guacamayas.

    Las garras seguían rechinado y el Sol protesto, dijo que si ya le habíamos a emplumar que sea con plumas lindas de colores sino mejor no se aguantaba el rechinar y rechinar de sus garras.

    Eso era ya insoportable, tan insoportable que ya nos habíamos parado de la banca del parque para buscar refugio para huir de ese rechinar agudo. Pero ni bajo techo nos encontrábamos a gusto, pues seguía rechinando todo y el Sol lo traían de encargo.

    Por fin después de pensarlo y por la presión de los rechinido decidimos que no estaba mala la idea de las plumas de colores. Así que le pusimos al Sol alas y plumas de todos los colores que nos pidió.

    Ahora el Sol viaja por encima del cielo y de su corazón y por eso siempre lleva un ritmo constante en su planear por encima del cielo.

    Se preguntaran que ¿porque no se ven los colores de las plumas del Sol?

    La respuesta es muy sencilla, esto se debe a que el  Sol empezó a volar por encima del cielo y se encuentra muy, pero muy lejos de la Tierra y por lo mismo no se pueden distinguir los colores, mas si ustedes observan bien en los días con lluvia y soleados, por medio de los pequeñas gotas de agua de lluvia, las cuales forman miles de pequeños prismas, muy probablemente vearan sus plumas de colores.