¿Cuántas veces había querido el Sol salir de Noche?
¿Cuántas veces la Luna se deba el lujo de salir de día? y él no podía salir de noche. Siempre tan ocupado con ese asunto de producción de energía. No es cosa fácil, la Gravedad del asunto de la fusión nuclear lo tenía tan ocupado que no podía salir de Noche. En cambio la Luna, con su señor Conejo pasajero, se daba el lujo de asomarse en el día y de vez en cuando darle al Sol sus besos.
La Luna le había contado las cosas que sucedían en la Noche, de las frías noches de invierno, del rumor del viento en otoño, del renacer de la primavera, de las cálidas y húmedas noches de verano. También le había contado de la sombra del jaguar en la noche cuando acechaba, de los sueños de los Hombres. De los bailes en verano y del ponche en invierno.
El Sol solamente podía suspirar, pues no tenía tiempo de ver la Noche. Él quería desesperadamente ver la Noche, qué era lo que sucedía en la Noche. Ver las fiestas en la Noche, ver los acechos, bailar con la Luna en la Noche.
Así, un día decidió sorprender a la Luna y dejar por un momento a un lado ese tedioso asunto de transformar materia en energía, ponerse un saco y corbata y salir de Noche. Preparó todo, guardó en una cajita todo el Hidrógeno que tenía y en otra cajita el Helio y los demás elementos. Se puso saco y corbata, paró la producción y abrió la puerta y salió de Noche. Tal fue la Gravedad del asunto, que al cerrar la puerta el Sol se trago la Luna, la Tierra y los demás planetas. Por lo que no pudo observar la vida de Noche, simplemente se la tragó. Eso si puede ahora ver las manchas del Jaguar deslizándose por la Vía Láctea.
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