Categoría: Crónicas de la pandemia

  • Crónica de la pandemia

    Está es la crónica del 15 de noviembre 2021. Ante la ineptitud de los políticos y un virus que se les escapa, el chivo expiatorio son los no vacunados en estos tiempos de pandemia en Este lado del charco. Triste la discriminación y más triste es que no se dan cuenta de que la llevan acabo.

    va ke va

    saludos

    alf-redo-Ik…

    Música:

    -Charly García, «Nos siguen pegando abajo»

    -Charly García, «Los dinosaurios»

  • Crónicas de la pandemia, 11 de noviembre 2021.

    Música:

    -Michele Greene, «En la plaza de mi pueblo» canción anarquista de la revolución Española.

    Daniel Viglietti, » A desalambrar».

  • Crónicas de la pandemia

    Desde el otro lado del charco Europa-Alemania…lo que veo y lo cuento para el otro lado del charco. Nada es del color que dicen que lo pintaron, también hay corrupción de este lado del charco y la desorganización es muy grande, más de lo que uno se puede imaginar.

  • Los misterios de la cerveza.

    2 de junio de 2020

    Lev Jardón Barbolla

    Desde hace una semana regresó el tianguis a Santa Úrsula, pero fue hasta hoy que el número de puestos se acercó al normal. Los tianguistas hacían recuentos, unos de sus muertos -recuentos que no figurarán en las cifras oficiales pues muchos no fueron ni siquiera recibidos en un hospital-, otros de la situación en la central de abastos y otros más de la panoplia de artilugios para la prevención del contagio del SARS-Cov2. El mejor de estos últimos es la cachucha con careta de plástico abatible, incluida con un ingenioso sistema de broches; había quizá decenas de puestos que las vendían, tanto a las mujeres y hombres de los puestos, como a la clientela.

    En el camino de regreso, una estampa me llamo la atención. De un camión de la cervecería Modelo, tres trabajadores descargaban afanosamente cajas de cerveza. Un transeúnte, entre tantos que miraban con admiración y esperanza la llegada de la buena nueva de la fermentación alcohólica, de acercó y prácticamente suspirando   se dirgió a un cargador al que aparentemente ya conocía “¿o sea que ya van a volver a venir a repartir?, ¡Ya vamos a tener caguamas!”, Mientras otros mirones a su lado celebraban… Ojalá que el personal médico le merezca un día a la concurrencia la misma devoción. Digo a la concurrencia de la calle, porque está visto que a los gobiernos, les importa poco si los médicos tienen el material para hacer su trabajo sin contagiarse de COVID-19.

    Caminé un poco y me quedé pensando varias cosas. La primera, que el vecino estaba muy mal informado, porque es bien sabida la existencia de una tienda que incluso en los fines de semana de ley seca, no ha dejado de vender cervezas a los beodos de la cuadra. Éstos, desde que empezó la pandemia han extendido con mucho profesionalismo sus tertulias en la esquina a un régimen de miércoles a domingo, en lugar de la simple borrachera de viernes.

    Pero luego pasé de analizar el consumo al  eterno problema de la producción. Se supone de que hasta ayer 1 de junio estaba paralizada la producción nacional de cervezas, como parte de la «sana distancia» frente a la pandemia, y que justo ayer se reinicio está actividad, junto a otros asuntos «esenciales» como el saqueo de minerales por el capital transnacional y la destrucción de la naturaleza para llevar edificar desde armatostes que dicen ser torres de departamentos hasta aeropuertos o trenes. Claro, no se puede olvidar la otra actividad esencial, la de fabricar autopartes y piezas para la industria armamentista del imperio del norte. El show debe continuar y si no hay show, al menos la acumulación de capital.

    No soy experto en Saccharomyces cerevisiae (la levadura que fermenta la cerveza, el vino y el pan), pero aquí hay lago raro. Resulta que se supone que apenas 36 horas después de ”reiniciada» la producción ya hay cerveza embotellada en la puerta de la tiendita. ¿A qué hora se malteó la cebada? ¿A qué hora se fermentó? ¿Que hora se gasificó? ¿A qué hora de embotelló? Tal vez alguien del clan de Mariasun o de los señores de Heineken sepa la respuesta al primer misterio….

    La hipótesis más obvia puede estribar en las retención del producto. Durante dos meses los jeques del cartel cervecero Heineken-ABI-InBev retuvieron el producto (nadie les prohibió distribuir), generaron desabasto artificial, ellos mismos abastecieron por abajo del agua al mercado negro con cajas de cerevza, se vendieron carísimas y se forraron, oooootra vez, de billetes. 

    Otra opción, un grado más paranoica, es que en realidad las fábricas nunca pararon, y viendo cómo se ha manejado la política respecto a las maquiladoras de la frontera que, no conformes con explotarlas, han seguido exponiendo a sus empleadas al contagio, uno tiene razones para pensarlo… Pero, ¿Por qué habría de ser uno más paranoico que eso?…

    Por el segundo misterio de la cerveza. La producción de cervezas en México crece y crece todos los años. Para hacer 1 litro cerveza se necesitan entre 200 y 300 gramos de cebada y unos 10 litros de agua. Pues bien, con las oscilaciones normales del caso, en promedio, si usted toma toda, repito TODA la producción de cebada en México (lo cual supone que ni un gramo se usa para hacer pan, o para darle de comer a un caballo), está no alcanza sino para fabricar la tercera parte de los 120 millones de hectolitros de cerveza que se hicieron en 2018.

    Un paréntesis sobre el agua. Grupo Modelo afirma que sólo ocupan 3.7 litros de agua por cada litro de chela, pero esa cuenta sólo habla de la etapa final de la producción. Si se cuenta el agua necesaria para el riego de los cultivos de cebada, se llega la friolera de 160 litros de agua gastada por litro de cerveza; 12 000 000 000 de litros de cerveza x 160 litros de agua… son muchos litros, y luego no faltará el idiota que afirme que escasez de agua en Iztpalapa es por el crecimiento demográfico.

    Pero volvamos sobre el misterio de la cebada, simplemente no alcanza para producir 120 millones de hectolitros. Claro, dirá usted, para eso se importa cebada. Pero el volumen total de importación de cebada solo explica otros 40-45 millones de hectolitros (y de nuevo, ni un granito debe usarse como forraje ni como harina para que está ecuación se pueda sostener). Siguen produciéndose entre 35 y 40 millones de hectolitros más de los que deberían poderse fabricar… ¿Que a lo mejor le echan maíz a la cerveza? Bueno, puede ser, pero si ese es el caso, vale la pena recordar que el maíz es un bien escaso en México. Desde hace años batallamos para hacer las tortillas e importamos el 40% del consumo nacional, y ese maíz que importamos casi seguro trae residuos de glifosato o peor aún del herbicida 2,4D. Así que invocar al maíz en este caso no es precisamente tranquilizante desde el punto de vista ontológico.

    No quisiera amargarle el trago (para eso está, suponiendo que lo tiene, el lúpulo), menos después del desabasto. Pero esa cerveza misteriosa que se fermenta, embotella y distribuye en 36 horas y se fabrica con tan poco cebada… ¿De que estará hecha realmente?…

  • Efectos inesperados de la cuarentena: mis propios absurdos epistemológicos.

    8 de mayo de 2020.

    Lev Jardón Barbolla

    Este texto será aún más anecdótico. Comencemos reconociendo que  el encierro es por  definición una condición  inhumana. Pero desde ahí me encontrado con un efecto positivo inesperado…

    Son ya casi 7 semanas de confinamiento. Desde hace seis semanas, casi sin darme cuenta estoy tomando en promedio apenas una taza y media de café al día. Debo decir que la homoscedasticidad ha sido pasmosa, con lo que los días más cafeínicos he tomado dos tazas y los días más ligeros, solo una. Antes de la cuarentena, tomaba en promedio 4 tazas; los picos altos, no los menciono para no asustar a nadie, los bajos eran tan raros que contribuían poco a la estadística.

    Entonces, una serie de descubrimientos inesperados sobre el propio cuerpo. Aún mientras hago ejercicio, mi presión arterial ha  estado a la baja, nunca fue alta, pero ahora es extraordinariamente estable. Duermo relativamente bien, no tengo gastritis y la colitis casi desapareció. ¿Quien lo diría? Pero más aún ¿Será mi descubrimiento suficientemente novedoso como para mandarlo a The Lancet?  ¿Si no cabe en The Lancet, cabrá en una conferencia de rosca de las tantas que hay al día (esas en las que el funcionario y los periodistas se hacen ídem)? …

      ¿Que la muestra de n=1, es decir yo, es muy pequeña?, mire usted, pues por lo menos  alcanza  un número entero, porque en cambio al número de pruebas de COVID-19 por cada mil habitantes en  este país, aún le cuelga. 

      ¿Que dicen los de The Lancet que ya se sabía?  Pues, caray, primera noticia…

    Mientras tanto yo disfruto mi detox involuntario.

    Claro, que está el tema de las covariables, y quién sabe, tal vez haya que controlar por el número de oficios e informes académico- administrativos elaborados al  día, que en el caso en cuestión, en este periodo, es de cero y antes de la pandemia ocupaba hasta el 30% de mi jornada laboral… En materia de gastritis, ¿Oficio mata pandemia?… Eso sí me lo publicarían en The Lancet.

  • La pandemia y el precio de la carne: el problema del taco de cabeza

    21 de abril de 2020.

    Lev Jardón Barbolla

    Es martes y fui al tianguis. Siempre voy a hora temprana, para  poder hacer el mandado más rápido y poder escoger con calma la verdura y la fruta. En estos días, semanas, es además el único momento en que la sana distancia anti COVID-19 se puede establecer realmente, más allá del plástico transparente que rodea a todos los puestos.

    Este martes en particular el apocalipsis de asomaba en la ausencia de muchos de los puestos de frutas y verduras. Los precios, carísimos. Las explicaciones iban desde quien afirmaba la falta de producción hortícola, hasta quien hablaba de que los camioneros no quieren entrar a la central de abasto porque ahora ya se vio que sí es zona de  alto contagio. Todas coincidían en algo: muchas bodegas cerradas y precios tan altos que hacían incosteable a much@s puester@s intentar vender lo poco que podrían comprar.

    Al salir del mercado pase por la carne. El Pollo daba su cátedra de siempre detrás del mostrador mientras cortaba unos bisteces de una parte de la res que en la nomenclatura de nuestro realismo mágico, es llamada “lagarto”. Así que un Pollo fileteaba  una res y despachaba lagarto…

    El Pollo explicaba: «La carne está subiendo por un problema del confinamiento. La gente está saliendo menos en las noches y por eso la cabeza de res de esta vendiendo mucho menos». Explicaba luego, con ayuda de su chalán, que una cabeza de res completa, se puede vender en tiempo normal en hasta poco más de mil pesos. Dependiendo del tipo de vaca, de una cabeza pueden salir 8 o 9 kilos de carne, ya con la lengua…”

    Ahora, con el quédate en tu casa, la gente no está yendo a comer tacos de cabeza -y qué bueno, porque hay que cuidarse-, pero entonces casi no se está vendiendo la cabeza. Y el problema es que la cabeza de también comió pasto y hubo que cuidarla, aunque ahorita se este hasta tirando a la basura. Y entonces, como la vaca se paga completa, pues eso que no se vendió en la cabeza, se está cobrando en el resto de la carne. Mire Profesor, porque además no es nomás la cabeza, con las tripas y el suadero está pasando igual, era carne que salía sobre todo para taquerías»… De modo que según el Pollo por el eso ha subido la carne…

    Yo me va quedé pensando en la economía política y el tiempo de trabajo socialmente necesario, sospechando que en realidad es una justificación para cobrar 6 u 8 pesos más por cada kilo de carne. En eso, como para atajar mis pensamientos, el Pollo soltó su conclusión:

    «Este asunto no lo resuelve el mercado. Porque la vaca viene con todo y aunque se maten menos vacas todas van a traer carne que no se está consumiendo ahorita. Porque mire, hasta hoy, el único lugar donde se ha demostrado que puede haber bueyes sin cabeza y sin corazón, es en el gobierno…»

    ¿Será?

  • Crónica del mandado

    Lev Jardón Barbolla

    7 de abril de 2020.

    IMG_20200715_192015_633Fui al mercado y a comprar la carne. Ir por la carne es una oportunidad única para ilustrarse en materias aparentemente disímbolas. «El Pollo», como es conocido en la Colonia Santa Úrsula quien paradójicamente se dedica a rebanar res y cerdo, siempre tiene  plática interesante y plantea problemas que uno no imaginas que existen.

    Por ejemplo, hoy martes de semana Santa, ante las múltiples pedidos de carne de cerdo, respondía apenado y concierta angustia “nada de cerdo Doñita, no hubo matanza». Después, en el guiño didáctico que tiene conmigo cada tanto, volteó a verme y  explicó: «Pues sí Profesor, es que como se atraviesan los días de semana Santa, los rastros no trabajan y a mi me gusta vender carne que sólo congelo 48 horas para matar los bichos y ya luego luego a venderla, ni modo de llenar mi congelador, si de por sí es chico”. 

    Por supuesto yo pregunté por qué  no trabajan los rastros, si los días santos son hasta pasado mañana… Y El Pollo volvió sobre su conocimiento socio-teológico del cerdo: «es que los rastros saben que no se vende mucho cerdo en jueves y viernes santos, y entonces mejor les estos dan los días a los trabajadores. Mire Profesor, la gente que me pide costilla con falda es para cocinarla ahorita, la que pide la falda sola, la va a congelar para hacer  pozole pal domingo. Y mire usted que curioso, los meros días de la semana mayor, es cuando los rastros empiezan de nuevo la matanza de puercos…» 

    Yo apuré a guardar mis bisteces (de res, claro) para desalojar el local y dar paso a la siguiente clienta y cuidar la distancia de la COVID-19. Mientras, El Pollo contestaba a otra señora: «Cecina enchilada, hasta el sábado de gloria»…