Bueno pues pensando en que no he escrito mucho en el último mes me parece que entonces no les puedo poner un cuento pero les puedo contar un cuento es decir en cuanto a los cuentos no he escrito muchos ni los he pasado en limpio, pero hay demasiados temas que me atraen para cuento y luego al ver las noticias parecen que ellos cuentan más cuentos y nos aterrorizan re harto piensan.
Pero tal vez por mi que se vaya todo al carajo y a ver que pasa, pues cada vez que se cae la bolsa y la crisis y todas esas palabras son como que ya nos las sabemos muy bien desde hace muchos años, creo que no ha cambiado en ningún momento la realidad del mundo, solo que ahora si se lo esta llevando a todos parejos no importando el hemisferio, claro no tan parejo pues en un lado si hay tiros, hambrunas y en otros todavía no se llega a eso, pero hay desempleo y desesperación.
Eso si el sueño de consumo a desatado iras y odios en chicos que lo que buscan es una nueva televisión gratis, bueno con el esfuerzo de romper una ventana y luchar por ella con otros cientos de chicos que están haciendo lo mismo y quieren el mismo televisor, ropa, tel celular, tenis etc, para satisfacer lo que les dicen que deben tener pero por falta de recursos no pueden pero ya se los vendieron.
Es decir al «monstruo» que acusan de vándalos y ladrones no son más que lo que el mismo sistema creo, es decir, son los hijos perdedores del sistema, no son los que roban en grande, los que roban en grande estaban preocupados pues por su misma ambicioso no hay quien compre lo que ellos ya han robado. Y nuevamente salieron los so called representantes del pueblo a salvarlos de su propia catástrofe a costa del pueblo quien sigue siendo víctima del despojo en distintos niveles, al rededor del globo,
Pero eso si, nos dicen que somos responsables de todos los males que están pasando en el mundo y que esta en nuestras manos cambiar al mundo.
Y yo pregunto:
¿Cómo? si cuando salimos a la calle a defender la gratuidad en la educación, la vivienda, la comida nos pegan, si cuando se exige se les acusa de vándalos, si cuando luchas por defender la vida de muchos y de la naturaleza te conviertes en criminal.
Somos muchos los que no producimos, no vendemos armas, no cargamos armas pero somos criminales y ellos utilizan las armas muchas veces contra nosotros con el argumento de nuestra seguridad, se enriquecen por medio de estas y para que se vendan más hay que quemar cartuchos, así que a vender armas y quemarlas para seguir produciendo y matar gente y destruir casa y hogares en cualquier parte del mundo que hay que quemar cartuchos.
Buenos y que nos queda, algunos reparten besos, otros abrazos, otros acusan, otros buscan la presidencia y yo me encuentro un cuento de Ricardo Flores Magón y muchos otros se organizan. (ojo, donde ya no estoy muy convencido de la solución en el cuento es en usar el fusil, pues se lo tenemos que comprar a alguien que son ellos y ellos se vuelven a enriquecer, así que dando tiros tampoco ayuda mucho en la mayoría de los casos)
Como no les toco cuento ahora mio les envió el de Ricardo con su link en wikipedia para que vean en lo distinto que es Ricardo con los de MORENA que a AMLO como a todos los políticos en nada les creo el diario Regeneración donde escribian los hermanos Flores Magón y el Regeneración de AMLO.
http://es.wikipedia.org/wiki/Ricardo_Flores_Mag%C3%B3n
Regeneracion: http://es.wikipedia.org/wiki/Regeneraci%C3%B3n_(Peri%C3%B3dico)
va ke va el cuento, un abrazo y besos,
alf-redo…mil-puertas
http://www.archivomagon.net/ObrasCompletas/ObraLiteraria/CuentosRelatos/Cuento01.html
Dos revolucionarios 1
El revolucionario viejo y el revolucionario moderno se encontraron una tarde marchando en diferentes direcciones. El sol mostraba la mitad de su ascua por encima de la lejana sierra; se hundía el rey del día, se hundía irremisiblemente, y como si tuviera conciencia de su derrota por la noche, se enrojecía de cólera y escupía sobre la tierra y sobre el cielo sus más hermosas luces.
Los dos revolucionarios se miraron frente a frente: el viejo, pálido, desmelenado, el rostro sin tersura como un papel de estraza arrojado al cesto, cruzado aquí y allá por feas cicatrices, los huesos denunciando sus filos bajo el raído traje. El moderno, erguido, lleno de vida, luminoso el rostro por el presentimiento de la gloria, raído el traje también, pero llevando con orgullo, como si fuera la bandera de los desheredados, el símbolo de un pensamiento común, la contraseña de los humildes hechos soberbios al calor de una grande idea.
—¿Adónde vas?, preguntó el viejo.
—Voy a luchar por mis ideales, dijo el moderno; y tú, ¿a dónde vas?, preguntó a su vez.
El viejo tosió, escupió colérico el suelo, echó una mirada al sol, cuya cólera del momento sentía él mismo, y dijo:
—Yo no voy; yo ya vengo de regreso.
—¿Qué traes?
—Desengaños, dijo el viejo. No vayas a la revolución: yo también fui a la guerra y ya ves cómo regreso: triste, viejo, mal trecho de cuerpo y espíritu.
El revolucionario moderno lanzó una mirada que abarcó el espacio, su frente resplandecía; una gran esperanza arrancaba del fondo de su ser y se asomaba a su rostro. Dijo al viejo:
—¿Supiste por qué luchaste?
Sí: un malvado tenía dominado el país; los pobres sufríamos la tiranía del Gobierno y la tiranía de los hombres de dinero. Nuestros mejores hijos eran encerrados en el cuartel; las familias, desamparadas, se prostituían o pedían limosna para poder vivir. Nadie podía ver de frente al más bajo polizonte; la menor queja era considerada como acto de rebeldía. Un día un buen señor nos dijo a los pobres: “Conciudadanos, para acabar con el presente estado de cosas, es necesario que haya un cambio de gobierno; los hombres que están en el Poder son ladrones, asesinos y opresores. Quitémoslos del Poder, elíjanme Presidente y todo cambiará”. Así habló el buen señor; en seguida nos dio armas y nos lanzamos a la lucha. Triunfamos. Los malvados opresores fueron muertos, y elegimos al hombre que nos dio las armas para que fuera Presidente, y nos fuimos a trabajar. Después de nuestro triunfo seguimos trabajando exactamente como antes, como mulos y no como hombres; nuestras familias siguieron sufriendo escasez; nuestros mejores hijos continuaron siendo llevados al cuartel; las contribuciones continuaron siendo cobradas con exactitud por el nuevo Gobierno y, en vez de disminuir, aumentaban; teníamos que dejar en las manos de nuestros amos el producto de nuestro trabajo. Alguna vez que quisimos declararnos en huelga, nos mataron cobardemente. Ya ves cómo supe por qué luchaba: los gobernantes eran malos y era preciso cambiarlos por buenos. Y ya ves cómo los que dijeron que iban a ser buenos, se volvieron tan malos como los que destronamos. No vayas a la guerra, no vayas. Vas a arriesgar tu vida por encumbrar a un nuevo amo.
Así habló el revolucionario viejo; el sol se hundía sin remedio, como si una mano gigantesca le hubiera echado garra detrás de la montaña. El revolucionario moderno se sonrió, y repuso:
—¿Compañero: voy a la guerra, pero no como tú fuiste y fueron los de tu época. Voy a la guerra, no para elevar a ningún hombre al Poder, sino a emancipar mi clase. Con el auxilio de este fusil obligaré a nuestros amos a que aflojen la garra y suelten lo que por miles de años nos han quitado a los pobres. Tú encomendaste a un hombre que hiciera tu felicidad; yo y mis compañeros vamos a hacer la felicidad de todos por nuestra propia cuenta. Tú encomendaste a notables abogados y hombres de ciencia el trabajo de hacer leyes, y era natural que las hicieran de tal modo que quedaras cogido por ellas, y, en lugar de ser instrumento de libertad, fueron instrumento de tiranía y de infamia. Todo tu error y el de los que, como tú, han luchado, ha sido ése: dar poderes a un individuo o a un grupo de individuos para que se entreguen a la tarea de hacer la felicidad de los demás. No, amigo mío; nosotros, los revolucionarios modernos, no buscamos amparos, ni tutores, ni fabricantes de ventura. Nosotros vamos a conquistar la libertad y el bienestar por nosotros mismos, y comenzamos por atacar la raíz de la tiranía política, y esa raíz es el llamado “derecho de propiedad”. Vamos a arrebatar de las manos de nuestros amos la tierra, para entregársela al pueblo. La opresión es un árbol; la raíz de este árbol es el llamado “derecho de propiedad”; el tronco, las ramas y las hojas son los polizontes, los soldados, los funcionarios de todas clases, grandes y pequeños. Pues bien: los revolucionarios viejos se han entregado a la tarea de derribar ese árbol en todos los tiempos; lo derriban, y retoña, y crece y se robustece; se le vuelve a derribar, y vuelve a retoñar, a crecer y a robustecer. Eso ha sido así porque no han atacado la raíz del árbol maldito; a todos les ha dado miedo sacarlo de cuajo y echarlo a la lumbre. Ves pues, viejo amigo mío, que has dado tu sangre sin provecho. Yo estoy dispuesto a dar la mía porque será en beneficio de todos mis hermanos de cadena. Yo quemaré el árbol en su raíz.
Detrás de la montaña azul ardía algo: era el sol, que ya se había hundido, herido tal vez por la mano gigantesca que lo atraía al abismo, pues el cielo estaba rojo como si hubiera sido teñido por la sangre del astro.
El revolucionario viejo suspiró y dijo:
—Como el sol, yo también voy a mi ocaso. Y desapareció en las sombras.
El revolucionario moderno continuó su marcha hacia donde luchaban sus hermanos por los ideales nuevos.
1 Regeneración, 4ta. época, núm. 18; 31 de diciembre de 1910; p. 3.